'La conjura de los necios': una tragicomedia intelectual
Una sátira brillante de la sociedad estadounidense donde Ignatius J. Reilly, su excéntrico protagonista, encarna una lucha absurda contra un mundo que no comprende.
Cuando pensamos en grandes historias de fracaso y genialidad incomprendida, pocas brillan con el esplendor tragicómico de La conjura de los necios. El autor, John Kennedy Toole, parece haber tejido la historia con los hilos de su propia vida, aunque irónicamente, los expertos aseguran que Ignatius J. Reilly no es un alter ego suyo. Aun así, las similitudes entre el destino del escritor y su excéntrico protagonista son imposibles de ignorar.
Toole, un genio precoz de Nueva Orleans, escribió esta obra monumental mientras cumplía el servicio militar en Puerto Rico, allá por los años 60. Su negativa a seguir las normas del mercado literario y su lucha con la salud mental culminaron en su suicidio en 1969, mucho antes de que su madre lograra, con la obstinación de quien sabe que sostiene un tesoro, que La conjura de los necios saliera a la luz. La novela ganó el Pulitzer en 1981, pero para entonces Toole ya no estaba aquí para recibir las ovaciones.
Un bufón en la corte medieval del siglo XX
El centro gravitacional de esta historia es Ignatius J. Reilly, un hombre anacrónico en todos los sentidos. Con su gorra de cazador con orejeras y su barriga prominente, pasea por Nueva Orleans como un bufón medieval que juzga y se burla de los pecados del siglo XX. Ignatius desprecia el capitalismo, el feminismo, la liberación sexual, los derechos civiles y, en general, todo lo que huela a modernidad. Para él, el mundo perfecto es una sociedad jerárquica y teocrática, con un rey sabio que combine geometría y teología.
Pero no te confundas: Ignatius no es solo un payaso estridente. En su cruzada delirante contra la humanidad moderna, se las arregla para revelar las hipocresías de su entorno. Su postura condescendiente hacia los trabajadores negros de la fábrica Levy Pants y su hilarante intento de liderar una “Cruzada por la Dignidad Mora” son una parodia brutal de las actitudes paternalistas de muchos blancos progresistas de la época.
Nueva Orleans: un personaje más
Nueva Orleans no es solo el telón de fondo; es un personaje por derecho propio. Con su diversidad cultural y su aire de carnaval perpetuo, esta ciudad sureña representa un microcosmos de los Estados Unidos de los años 60. Por sus páginas desfilan los estereotipos que Toole desmonta con su sátira: Jones, el obrero negro que usa el sarcasmo como arma contra la opresión; Myrna Minkoff, la feminista neoyorquina y archienemiga/amante potencial de Ignatius; y el patrullero Mancuso, cuya incompetencia solo es superada por su patetismo.
El movimiento por los derechos civiles, el feminismo y la incipiente visibilidad de la comunidad gay son el caldo de cultivo de esta comedia de errores, en la que Ignatius se posiciona como el enemigo jurado de todo progreso. ¿Por qué? Porque el progreso amenaza con acabar con la fantasía medieval que ha construido en su cabeza.
Risa amarga, tragedia latente
La conjura de los necios es una novela que te hace reír mientras te revuelve el estómago. La grotesca figura de Ignatius es una caricatura del intelectual aislado, pero también un recordatorio de lo peligroso que puede ser un ideal malinterpretado. Mientras él clama contra el mundo moderno, Toole nos muestra cómo cada personaje, con sus defectos y miserias, contribuye al caos de su pequeña sociedad.
El final de la novela es tan abierto como desconcertante. Ignatius, a pesar de ser empujado fuera de Nueva Orleans, no se transforma ni se redime. Sigue siendo el mismo hombre atrapado en sus ideas de otro siglo. Y quizás ahí radique la genialidad de Toole: en mostrarnos que, aunque el carnaval de la vida continúe, algunos nunca cambiarán.
Si no has leído esta joya aún, te estás perdiendo un desfile único de risas, reflexiones y desventuras humanas. La conjura de los necios no solo es un libro; es un espejo que te devuelve una imagen distorsionada, pero extrañamente familiar, de nosotros mismos y del mundo en el que vivimos.