'Roma' en la memoria de Alfonso Cuarón

Cuarón explora la memoria y la desigualdad a través de Cleo, los recuerdos de su propia infancia y el retrato de un México con el corazón herido.

'Roma' en la memoria de Alfonso Cuarón
Fotograma de 'Roma' (2018), dirigida por Alfonso Cuarón. Imagen cortesía de Netflix.

Contexto cinematográfico

El cine de Alfonso Cuarón pertenece a la Nueva Ola mexicana, un movimiento que emergió tras la crisis de las estructuras tradicionales de la cinematografía nacional. Durante décadas, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) había fungido como pilar de la industria, especialmente en la Época de Oro del cine mexicano, financiando películas que proyectaban una visión homogénea y glorificada de la nación. Sin embargo, en los años setenta, tras las heridas que dejaron eventos como la masacre de Tlatelolco en 1968 y el Halconazo en 1971, el gobierno de Echeverría intentó reconciliarse con la sociedad apoyando al cine con mayor intensidad.

Estas medidas no fueron suficientes para sostener una industria que dependía del mecenazgo estatal. Con el fin de la hegemonía del PRI en los noventa y la llegada de políticas neoliberales, la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) selló el destino del cine nacional: se desmantelaron los mecanismos de protección y los cineastas se vieron obligados a buscar financiamiento privado. Este cambio estructural empujó a los realizadores a asumir posturas críticas y personales, alejándose de las narrativas oficiales y explorando las complejidades de una sociedad cada vez más fracturada.

En este escenario, la Nueva Ola mexicana cobró fuerza con directores como Cuarón, Iñárritu y Del Toro, quienes llevaron al cine mexicano a una dimensión global. Sus obras, aunque profundamente enraizadas en la identidad nacional, resonaron en audiencias internacionales gracias a su tratamiento universal de temas como la desigualdad, el dolor y la memoria. Roma, en particular, refleja esta simbiosis entre lo íntimo y lo colectivo: una película que reconstruye la memoria personal de Cuarón mientras dialoga con las cicatrices sociales y políticas de México.

Roma: un viaje a la memoria

Estrenada en 2018, Roma es una coproducción entre México y Estados Unidos que desafió las convenciones cinematográficas y las normas de distribución. Realizada por Esperanto Filmoj, Participant y Pimienta Films, y distribuida por Netflix, la película narra la vida de Cleo, una trabajadora doméstica que vive con una familia de clase media alta en la colonia Roma de Ciudad de México, en los años setenta.

Rodada en blanco y negro, Roma es una obra profundamente autobiográfica. La película se formó a partir de las notas que Cuarón recopiló durante años, fragmentos de recuerdos que quería plasmar en pantalla. Este mosaico de memorias se transformó en una historia visual cargada de autenticidad: desde la meticulosa reconstrucción de los espacios hasta el diseño de sonido que evoca texturas y atmósferas de una época pasada.

Cuarón utilizó su influencia, consolidada tras el éxito de Gravity, para crear este proyecto tan personal. Se despojó de las referencias cinematográficas y optó por un estilo visual único, donde cada plano es una ventana al pasado, y cada detalle una llave a su memoria.

La trama, los personajes y su simbolismo

Roma es una carta de amor y reconciliación con el pasado de Cuarón, especialmente con las mujeres que marcaron su vida: su madre, Sofía, y su nana, Cleo. Ambientada en la colonia Roma, la película retrata la vida cotidiana de una familia burguesa y, al mismo tiempo, explora las profundas desigualdades sociales que dividen a México.

Cleo, interpretada magistralmente por Yalitza Aparicio, es el corazón de la película. Su personaje, una mujer mixteca y trabajadora doméstica, representa a los invisibles de la sociedad: aquellos cuya labor sostiene hogares pero cuyas vidas permanecen al margen. En contraste, Sofía, la madre de la familia, encarna el dolor y la resiliencia de una mujer burguesa abandonada por su esposo.

El lenguaje en Roma refuerza esta dualidad: mientras el español se asocia con la clase privilegiada, el mixteco es la lengua de la servidumbre, un testimonio de la segregación lingüística y cultural. Sin embargo, Cuarón no presenta esta desigualdad de manera simplista; más bien, la explora desde la complejidad de las relaciones humanas, mostrando cómo Cleo y Sofía, a pesar de sus diferencias, comparten momentos de solidaridad y vulnerabilidad.

La película también aborda temas universales como el abandono, la maternidad y la pérdida. Cleo, embarazada de un hombre que la abandona, enfrenta su dolor con dignidad y valentía. En una de las escenas más impactantes, arriesga su vida para salvar a los hijos de Sofía del mar embravecido, una metáfora del sacrificio y la entrega que define su existencia.

Innovación técnica y narrativa

Desde un punto de vista técnico, Roma es un logro extraordinario. Cuarón emplea movimientos de cámara precisos y planos largos que sumergen al espectador en la escena, permitiendo explorar el espacio y los personajes de manera orgánica. Los planos paralelos y generales construyen una narrativa visual donde el detalle cotidiano se mezcla con el trasfondo emocional.

La elección del blanco y negro no es un mero recurso estético. Para Cuarón, esta decisión fue clave para separar la película de cualquier intento de nostalgia superficial. Quería que Roma fuera moderna, pero también intemporal, una película que trascendiera géneros y épocas.

Además, el director optó por un enfoque naturalista en la actuación. Los actores, en su mayoría no profesionales, no recibieron un guion completo; en cambio, Cuarón creó situaciones espontáneas que capturaran reacciones genuinas. Esta metodología añadió un nivel de autenticidad que pocas películas logran alcanzar.

En última instancia, Roma no sigue una narrativa tradicional. Es un caleidoscopio de sensaciones, recuerdos y fragmentos de vida que se entrelazan para formar un retrato íntimo y, al mismo tiempo, universal.